"Con un tablero de ajedrez
y una mesita cerca de la playa paso muchas horas frente a mi oponente. Dieciséis
piezas por banda tienen una batalla que librar y sin decir una sola palabra empieza
un juego que tardará en terminar.
El ambiente de la playa contrasta con nuestra
absoluta concentración, aunque la intensidad con la que se desarrolla la
partida me mantiene tan ocupado que no percibo el alboroto de mi alrededor. Saltos
de caballo e intercambio de alfiles, el ajedrez es un deporte que no me deja de
fascinar. Sorprendentemente, trillones de partidas diferentes se pueden
desarrollar en un pequeño espacio de 64 casillas y eso invita a reflexionar. Puro
silencio se halla en mi mente y en consecuencia la tranquilidad. Enroque largo
y dama coronada, este mágico juego representa para mí un lenguaje universal,
porque sin ninguna palabra pronunciada puedo conocer a mi rival. Los jaques al
rey característicos de un final me disparan la adrenalina hasta derrumbar al
rey de mi adversario. Jaque mate, encajada de manos y ninguna palabra
pronunciada.
Con un tablero de ajedrez
y una mesita cerca de la playa las horas pasan sin cesar."