Dos veces al año nos enfrentamos a un extraño ritual. En otoño, disfrutamos de un día de 25 horas y, en la primavera, de otro de solo 23.
Esto se debe a un ajuste horario que busca aprovechar mejor la luz solar y economizar energía. Lo cierto es que el ahorro en España es de tan solo el 0,5%, pero se estima que podría llegar al 5%. Pero, ¿realmente vale la pena el cambio horario?

Este fenómeno produce un jet lag colectivo durante unos días que se traduce en trastornos del sueño e incomodidades para las personas y los animales de granja. El cambio horario afecta al reloj biológico y puede provocar trastornos de sueño especialmente a niños y personas de edad avanzada. No obstante, se suele superar en pocos días. Además, para gestionarlo es necesario ajustar sistemas informáticos, horarios de trenes y aviones, maquinaria industrial... En España se llevó a cabo por primera vez en 1918. Actualmente, sus detractores afirman que, si realmente fuera tan beneficioso, Galicia debería estar en el mismo huso horario que Canarias y Portugal. Sin embargo, lugares tan separados como Varsovia, en Polonia, y Vigo tienen horas idénticas y nadie se queja, así que algo falla en algún lado.
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Ni el Big Ben de Londres se salva del cacao temporal.
Los relojes europeos se deben ajustar dos veces al año.
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